martes, 15 de noviembre de 2011

El origen de las cosas


   El día que naciste, mi corazón se aceleró. Cada nervio de mi cuerpo se vio azotado por una extraña sensación. Todas mis teorías se vieron desmontadas.
   El día que te sentí cerca, sentí un gran mareo. Aquello era demasiado grande para mí, y si me venía encima. No podía soportar tantas emociones dentro de mí. 
   El día que te vi, una lágrima calló. No era mía, ni tuya, era una lágrima perdida. Junta a esa gota de agua salada, una foto, una carta. Las recogí, eran tuyas; pero ya te habías ido. Me senté y las observé. Eras tú, sonriente, atento a la muchacha que a tu lado esbozaba una media sonrisa. Le cogías por la cintura, la sostenías para que no se derrumbara. Desee profundamente ser ella. Leí la carta ciento treinta y dos veces, y no la entendí. Miles de metáforas me confundían. Cada día tenía un significado diferente, pero todos provenían de la misma idea: que me querías. 
   El día que me besaste, se originó en mi una obsesión. 
   He aquí, el origen de nuestra historia. 

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